Sabes, nunca pensé que el gimnasio sería parte de mi vida. De verdad, antes me reía de los tipos que pasaban horas aquí, levantando pesas, sacándose selfies… ¿Qué sentido tenía todo eso? “¡Mira, biceps del día!”, “Hoy, pierna…”, “No pain, no gain”. Pensaba que era pura vanidad, nada más. ¡Pero aquí estoy!
Al principio fue por una apuesta. Mi amigo Juan me dijo: “No aguantas una semana en el gym”. Y claro, yo, con mi orgullo, no iba a dejar que él ganara. Así que vine… un día… dos días… tres días. Y, al cuarto, ya no podía ni moverme. Todo me dolía. Todo. Incluso partes de mi cuerpo que ni sabía que podían doler. ¿Te ha dolido alguna vez el alma? Porque yo juraría que la mía se quejaba también.
Pero, ¿sabes qué? Después de la primera semana, algo cambió. Ya no era solo la apuesta. No era solo para demostrarle a Juan que yo también podía hacerlo. Empecé a sentir… no sé, como que todo lo demás desaparecía por un rato. Los problemas, las preocupaciones, el trabajo, los estudios. Todo se quedaba afuera cuando entraba al gym. Era solo yo, esta pesa, y ese maldito espejo que siempre te recuerda que aún te falta.
Es irónico, ¿no? Empiezas queriendo verte mejor, pero al final te das cuenta de que es más para sentirte mejor. Es como si, cada vez que levantas una pesa, dejaras algo más pesado atrás. El estrés, el miedo, la duda. Todo eso se va con cada repetición.
Uno… dos… tres… Y en cada una, piensas: “Sí, puedo con esto”. Y de repente, te das cuenta de que esa frase no es solo para la pesa. Empiezas a aplicarla a otras cosas. “Puedo con esto”, te dices en una reunión. “Puedo con esto”, te dices cuando estás en medio de un examen. Y aunque duela, aunque estés al límite, sigues. Porque ya lo aprendiste aquí: el dolor pasa. El esfuerzo queda.
El gimnasio es como… una metáfora de la vida, supongo. Levantas, sudas, caes, te levantas otra vez. A veces, piensas que no vas a poder. Que la última repetición es imposible. Pero ahí está. La haces. Y te das cuenta de que puedes más de lo que creías.
Y tal vez eso es lo que más me gusta. No se trata de tener el cuerpo perfecto, ni de impresionar a nadie. Se trata de impresionarte a ti mismo. De superarte, un poco cada día.
Aunque claro… si de paso te ves un poco mejor en el espejo… pues tampoco me voy a quejar, ¿no?